EL SILENCIO COMO FUNDAMENTO DE LO ETERNO

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  1. EL HUSPED
    (Fragmento del libro Ciencia nicomaquea, por: ANTONIO RAMOS MALDONADO)

    El anfitrión no sabe, a ciencia cierta, por qué están en él los huéspedes. Se dice que le entran por los ojos, los oídos, la piel y la boca. Son diminutos y por eso no los ve. Los siente, mas los confunde consigo mismo. Si pudiera verlos, se volvería loco de inmediato, pues sus formas son monstruosas.
    El anfitrión es una estructura enorme, diseñada precisamente para estudiar a los huéspedes y procurar someterlos, aprovechar su potencial, dado que son como pequeños motores, sin control alguno. Hay quienes afirman que los huéspedes están en el anfitrión desde un principio, siempre han estado y que se activan con lo que perciben del exterior.
    Estos pequeños motores, si se dejan a su libre albedrío, terminan convirtiendo al huésped en una estructura dañina contra sí mismo y contra las demás estructuras y contra el medio en general.
    Tienen su forma característica de manifestarse, y cualquiera pude pensar que se trata de tambores sonando en la jungla, como si alguien le diera con un palo al cuero del tambor. El huésped inadvertido, de inmediato, se pone a bailar, salta de un lado para el otro dejándose llevar la resonancia. Pero el huésped advertido responde de manera distinta, llora, se desespera al saber que se aproxima la tragedia. A esta función de la estructura Homero la define como el canto de las sirenas, y para rechazar el embrujo, Odiseo se tapona los oídos con cera. Obviamente lo de taponarse los oídos con cera es una alegoría, como lo son también las sirenas, los argonautas, el mar y todo lo demás en torno a esta epopeya.
    En el caso del huésped advertido, se da la metamorfosis del huésped, y se puede considerar el ruido del tambor como la llegada de seres alados cuya aparición se ha considerado pisadas de animal grande. Es decir, un ser alado puede ser un peligro si no se lo controla adecuadamente. Algunas veces, a fin de dominarlos, se los encadena hasta que se amansen; se les colocan en las patas cadenas de hierro pesadas y se los mantiene en cuevas oscuras, de donde salen sumisos.
    Es asombroso saber que una pequeña partículas puede representar tanto peligro. Y más asombroso aún es saber que esta pequeña partícula es a la que se refiere Demócrito. Es la misma a la que se le ha señalado un número polémico. Así las cosas, vemos que la estructura es algo diferente a lo que parece ser a simple vista. La estructura es de acuerdo a como se comporten los huéspedes. Si el elemento estructural los encadena, siente como si volara trepado sobre Pegaso, como si Pegaso lo llevara a la ciudad principal. Si no los encadena, los caballos y demás bestias saltarían sin control.


    Inerte

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  2. EL HUSPED

    El anfitrión no sabe, a ciencia cierta, por qué están en él los huéspedes. Se dice que le entran por los ojos, los oídos, la piel y la boca. Son diminutos y por eso no los ve. Los siente, mas los confunde consigo mismo. Si pudiera verlos, se volvería loco de inmediato, pues sus formas son monstruosas.
    El anfitrión es una estructura enorme, diseñada precisamente para estudiar a los huéspedes y procurar someterlos, aprovechar su potencial, dado que son como pequeños motores, sin control alguno. Hay quienes afirman que los huéspedes están en el anfitrión desde un principio, siempre han estado y que se activan con lo que perciben del exterior.
    Estos pequeños motores, si se dejan a su libre albedrío, terminan convirtiendo al huésped en una estructura dañina contra sí mismo y contra las demás estructuras y contra el medio en general.
    Tienen su forma característica de manifestarse, y cualquiera pude pensar que se trata de tambores sonando en la jungla, como si alguien le diera con un palo al cuero del tambor. El huésped inadvertido, de inmediato, se pone a bailar, salta de un lado para el otro dejándose llevar por la resonancia. Pero el huésped advertido responde de manera distinta, llora, se desespera al saber que se aproxima la tragedia. A esta función de la estructura Homero la define como el canto de las sirenas, y para rechazar el embrujo, Odiseo se tapona los oídos con cera. Obviamente lo de taponarse los oídos con cera es una alegoría, como lo son también las sirenas, los argonautas, el mar y todo lo demás en torno a esta epopeya.
    En el caso del huésped advertido, se da la metamorfosis del huésped, y se puede considerar el ruido del tambor como la llegada de seres alados cuya aparición se ha considerado como pisadas de animal grande. Es decir, un ser alado puede ser un peligro si no se lo controla adecuadamente. Algunas veces, a fin de dominarlos, se los encadena hasta que se amansen; se les colocan en las patas cadenas de hierro pesadas y se los mantiene en cuevas oscuras, de donde salen sumisos.
    Es asombroso saber que una pequeña partícula puede representar tanto peligro. Y más asombroso aún es saber que esta pequeña partícula es a la que se refiere Demócrito. Es la misma a la que se le ha señalado un número polémico. Así las cosas, vemos que la estructura es algo diferente a lo que parece ser a simple vista. La estructura es de acuerdo a como se comporten los huéspedes. Si el elemento estructural los encadena, siente como si volara trepado sobre Pegaso, como si Pegaso lo llevara a la ciudad principal. Si no los encadena, los caballos y demás bestias saltarían sin control.

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