PROBLEMAS DEL ODIO Y LA VIOLENCIA
Pregunta: ¿Cuál debería ser mi actitud hacia la violencia?
Krishnamurti: ¿Cesa la violencia por medio de la violencia, el odio
por medio del odio? Si me odiáis y en respuesta yo os odio, si actuáis contra
mí de un modo violento y de la misma manera actúo yo contra vos, ¿cuál es el
resultado?: más violencia, mayor odio, mayor amargura, ¿no es cierto? ¿Hay
fuera de ésta alguna otra consecuencia? El odio engendra odio, la mala voluntad
engendra mala voluntad. A menudo en nuestras relaciones individuales o
sociales, ese espíritu de represalia crea solamente mayor violencia y
antagonismo.
El espíritu de venganza anda
desenfrenado en el mundo. ¿Sois capaces de tener alguna otra actitud hacia la
violencia? Al ser violentos nos sentimos poderosos. Para emplear una frase
comercial: produce dividendos mayores y más rápidos el odio. El individuo ha
creado la estructura social existente por su odio recóndito, por si deseo de
desquitarse y de obrar violentamente. El mundo que nos rodea está en condición
febril de odio y de violencia. A causa de su astucia y su fuerza tendenciosa
nos veremos fácilmente arrastrados en esa corriente brutal, a menos que
nosotros mismos estemos libres del odio. Si estáis libre de él entonces no
surge la cuestión de la actitud que deba asumirse hacia sus múltiples
expresiones. Si fueseis profundamente conscientes del odio mismo y no meramente
de sus expresiones arteras, veríais que el odio sólo engendra odio.
Si lo tenéis en vuestro interior
responderéis al odio de otro, y puesto que el mundo es vos mismos os veréis
obligado a reaccionar a sus temores, ignorancia y codicia. Seguramente estáis
prontos a odiar, a ejercer venganza, si vuestro pensamiento está confinado al
yo. La codicia y el amor posesivo tienen que incubar mala voluntad, y si el
pensamiento no se liberta de ellos, tiene que haber constante acción de odio y
violencia. Como he indicado, nuestras creencias y esperanzas son el resultado
del anhelo, y cuando sobre ellos lanzamos la duda, brotan el resentimiento y la
cólera. Al comprender la causa del odio nacen el perdón y la bondad. La
comprensión y el amor surgen a través del estado de percepción lúcida.
Pregunta: ¿Cómo podré emanciparme del odio?
Krishnamurti: Preguntas análogas me han sido hechas con respecto a
la ignorancia, la ira, los celos. Al responder a esta pregunta, espero
responder también a las otras. Ningún problema puede ser
resuelto en su propio plano, en su propio nivel, tiene que ser entendido, y por
lo tanto disuelto, desde un plano diferente y más profundo de abstracción. Si
aspiramos tan sólo a emanciparnos del odio suprimiéndolo o tratándolo como cosa
molesta y embarazosa, no lo disolveremos; volverá a presentarse una y otra vez
en formas diferentes, ya que en ese caso lo habríamos enfrentado desde su
propio nivel, limitado y mezquino. Pero si empezamos a entender sus causas
intimas y sus efectos externos, tomando con ello nuestro pensar-sentir más
amplio y profundo, más sagaz y más claro, el odio desaparecerá de un modo
natural, porque estaremos interesados en niveles más importantes y profundos de
pensamiento sentimiento.
Si sentimos ira y somos capaces
de vencerla, o nos dominamos a nosotros mismos en forma tal que ella no vuelva
a surgir, nuestra mente sigue siendo tan pequeña e insensible como antes. ¿Qué
habremos ganado con nuestro esfuerzo para no experimentar ira, si nuestro
pensar sentir continúa todavía lleno de envidia y de miedo, de estrechez y
limitaciones? Podemos librarnos del odio y de la ira, pero si nuestra mente-corazón
sigue siendo necia y mezquina suscitará otros problemas y otros antagonismos,
lo que hará que el conflicto no tenga fin. Si empezamos, en cambio, a mantener
nuestra conciencia despierta y alerta, entendiendo por lo tanto las causas y
efectos de la ira, ciertamente ampliaremos nuestro pensar-sentir y lo
libraremos de la ignorancia y el conflicto. En ese estado de conciencia alerta
empezaremos a descubrir las causas del odio y de la ira, que son el miedo y el
afán de protección del “yo” en sus diferentes aspectos. A través de esa
conciencia alerta, descubrimos nuestra ira, producida quizás, porque nuestras
creencias particulares han sido atacadas; y llevando más a fondo el examen
llegamos a preguntarnos si las creencias y los credos son realmente necesarios.
Mediante este proceso nos damos
más amplia cuenta de todo lo que ello significa; percibimos cómo los dogmas y
las ideologías dividen al género humano y dan origen a los antagonismos, a las
diversas formas de la crueldad y del absurdo. De modo, pues, que con esta
conciencia alerta y expandida, con esta comprensión de lo que la ira significa
en el fondo, ella no tarda en desvanecerse; mediante este proceso de
autopercepción la mente se vuelve más profunda, más serena, más sabia, y así,
las causas del odio y de la ira ya no encuentran cabida. Librando nuestro
pensar sentir de la ira y del odio, de la codicia y de la mala voluntad, nace
una ternura que es la única cura. A esta dulzura, a esta compasión, no se llega
suprimiendo ni substituyendo nada, sino alcanzando el conocimiento propio y el
recto pensar.
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