PROBLEMAS ESPIRITUALES
Pregunta: ¿La creencia en Dios no es necesaria en este mundo
terrible y despiadado?
Krishnamurti: La creencia en Dios ha existido desde que el mundo es
mundo, lo que no nos ha impedido llenarlo de horrores. Tanto el salvaje como el
sacerdote altamente civilizado creen en Dios. El hombre primitivo mata con
arcos y flechas, y se dedica a danzas frenéticas; el sacerdote civilizado
bendice los acorazados y los bombarderos, dando para ello una serie de razones.
Esto no lo digo cínicamente ni con ánimo despreciativo, de modo que no tenéis
por qué sonreír. Es un asunto muy serio. Ambos son creyentes; pero están
también los otros, los que no creen en nada, y que también optan por liquidar a
los que se les cruzan en el camino.
El hecho de adherirse a una
creencia o a una ideología no acaba con las matanzas, la opresión y la
explotación. Por el contrario, ha habido y continúan produciéndose espantosas
guerras, destrucción y persecuciones en las que se invoca la causa de la paz y
el nombre de Dios. Si logramos hacer de lado esas creencias e ideologías
antagónicas, e introducimos en nuestra vida diaria un cambio profundo, habrá
alguna probabilidad de que surja un mundo mejor. Es la propia vida cotidiana de
cada ser humano que ha provocado las actuales y anteriores catástrofes. Nuestro
atolondramiento, nuestros exclusivismos nacionales, nuestras barreras y privilegios
económicos, nuestra falta de compasión y de buena voluntad, han traído estas
guerras y otros desastres. La mundanalidad, de naturaleza eruptiva, vomitará
siempre caos y dolor.
Somos un resultado del pasado, y
al edificar sobre él sin entenderlo, provocamos desastres. La mente, que es un
resultado, un compuesto, no llega a entender Aquello que no está constituido
por fragmentos, que carece de causa y es independiente del tiempo. Para
comprender lo increado, la mente debe cesar de crear. Toda creencia pertenece
forzosamente al pasado, a lo creado; y ella constituye un impedimento para la
experimentación de lo real. Cuando el pensar sentir está anclado, en estado de
dependencia, el entendimiento de lo real resulta imposible. Tiene que haber una
franca y serena liberación del pasado, una espontánea inundación de silencio;
sólo en tales condiciones puede florecer Aquello que es real.
Cuando contempláis una puesta de
sol, en ese instante de belleza un júbilo espontáneo y creador os invade.
Luego, cuando deseáis que la misma experiencia se repita, la puesta de sol ya
no os emociona; tratáis de sentir la misma dicha creadora, pero no la halláis.
Vuestra mente fue capaz de recibir cuando nada pedía ni esperaba; pero habiendo
recibido una vez quiere más y esa codicia la enceguece. La codicia es
acumulativa y representa una pesada carga para la mente-corazón; no cesa de
juntar, de almacenar. Nuestro pensar y sentir se ven corrompidos por la
codicia, por las olas corrosivas del recuerdo. Sólo un estado de conciencia alerta
y profunda pone fin a este proceso absorbente del pasado. La codicia, al igual
que el placer, siempre limita y singulariza. ¿Y cómo un pensamiento nacido de
la codicia habría de entender Aquello que es inconmensurable?
En lugar de reforzar vuestras creencias
e ideologías, daos plena cuenta de vuestro pensar y sentir, pues en él está el
origen de los problemas que la vida os presenta. Lo que vosotros sois, la es el
mundo: si sois crueles, sensuales, ignorantes, codiciosos; así será el mundo.
Vuestra creencia en Dios, o vuestra incredulidad a su respecto, muy poco
significan. Sólo con vuestros pensamientos, sentimientos y acciones, en efecto,
haréis del mundo una cosa terrible, cruel, bárbara, o un lugar de paz, de
compasión y de sabiduría.
Pregunta: Díganos usted, por favor, ¿cuál es su concepto de Dios?
Krishnamurti: Y bien, ¿por qué queremos saber si hay Dios? Si de un
modo profundo podemos entender la intención de esta pregunta, comprenderemos
muchísimo La creencia y la no creencia, son obstáculos positivos para la
comprensión de la realidad; la creencia, los ideales, son el resultado del
temor, el temor limita al pensamiento y para escapar del conflicto nos acogemos
a distintas formas de esperanzas, estímulos e ilusiones. La realidad es
experiencia auténtica, directa. Si dependemos de la descripción de otro, la
realidad se desvanece porque lo que se describe no es real. Si nunca hemos
probado la sal, de nada sirve la descripción de su sabor. Tenemos que probarla
para conocerla.
Ahora bien, la mayoría de
nosotros queremos saber lo que es Dios, porque somos indolentes, porque es más
fácil depender de la experiencia de otro que de nuestra propia comprensión;
esto también cultiva una actitud irresponsable en nosotros, y entonces todo lo
que tenemos que hacer es imitar a otro, modelar nuestra vida de acuerdo con un
patrón o según la experiencia de otro, y siguiendo su ejemplo pensamos que
hemos llegado, que hemos alcanzado, que hemos realizado. Para comprender lo
supremo debe haber liberación del tiempo, el continuo pasado, presente y
futuro: de los temores a lo desconocido, de los fracasos y del éxito. Hacéis
esta pregunta porque, o bien queréis comparar vuestra imagen de Dios con la mía
y de este modo afirmaros en ella, o reprobarla; mas esto sólo lleva a la pugna
y al enfangamiento de las opiniones. Este camino no conduce a la comprensión.
Dios, la Verdad, o como queráis
llamar a la realidad, no puede describirse. Lo que se puede describir no es lo
real. Es vano inquirir si hay Dios, porque la realidad nace cuando el
pensamiento se liberta de sus limitaciones, de sus anhelos. Si estamos educados
en la creencia en Dios o en la oposición a ella, el pensamiento está
sugestionado y se está formando un hábito, de generación en generación. Tanto
la creencia, como la no creencia en Dios, impiden la comprensión de Dios.
Estando anclados en la fe, cualquiera experiencia que podáis tener de acuerdo
con vuestra creencia, sólo puede fortalecer más vuestro condicionamiento
previo. La mera continuidad del pensamiento limitado no es la comprensión de la
realidad. Cuando afirmamos a través de nuestra propia experiencia que existe o
no existe Dios, estamos continuando y multiplicando experiencias influidas por
el pasado.
Sin que comprendamos las causas
de nuestra esclavitud las experiencias no nos dan sabiduría. Si continuamos
repitiendo determinada influencia a la que llamamos experiencia, tal cosa sólo
fortalece nuestras limitaciones; pero no produce la liberación de ellas. La
mente, como apunté en mi plática, es resultado del anhelo y, por tanto,
transitoria; así, cuando la mente concibe una teoría de Dios o de la verdad, la
probable es que sea un producto de su propia fantasía, y por ende, no es real.
Tiene uno que llegar a darse cuenta plenamente de las distintas formas de
anhelo, de temor, etc., y a través de la indagación y discernimiento
constantes, nace una nueva comprensión que no es resultado del intelecto o de
la emoción. Para comprender la realidad, tiene que haber lucidez, constante y
darse cuenta.
El amor es la única respuesta
duradera a nuestros problemas humanos. No lo dividáis artificialmente en amor a
Dios y amor al hombre. Solamente hay amor, pero el amor está cercado por
diversas barreras. La compasión, el perdón, la generosidad y la bondad no
pueden existir si no hay amor. Sin amor, todas las virtudes llegan a ser
crueles y destructivas. El odio, la envidia, la mala voluntad, impiden la
plenitud del pensamiento-emoción y es solamente en lo completo, en la plenitud,
en donde puede haber compasión, perdón.
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