EL ADVENIMIENTO FRUSTRADO

EL ADVENIMIENTO FRUSTRADO

Como cabeza de la Orden de la Estrella del Este (OSE), Krishnamurti se convirtió en los años veinte en un hombre con heredad. En 1921, el barón Philip van Pallandt le ofreció como regalo personal su castillo Eerde en Ommen, Holanda, junto con una hacienda de 2.025 hectáreas de tierra. Krishnamurti lo aceptó en nombre de la Orden, que lo utilizó para sus oficinas principales. Después, en 1923, una benefactora norteamericana compró para ellos la casa de campo de Ojai, junto con cinco hectáreas de tierra. En 1925, durante una visita a su lugar de nacimiento, Madanapalle, en el sur de la India, Krishnamurti concibió la idea de establecer allí una universidad, y el año siguiente pudo comprar ciento veintiuna hectáreas de tierra en un hermoso campo cerca de la ciudad, donde se fundó una escuela.

Con éstas y otras propiedades, con viajes pagados en primera clase por todo el mundo, y ricos protectores en todos los lugares en los que aparecía, por no hablar de una renta privada de quinientas libras asignadas por una benefactora norteamericana, la señorita Dodge, el cabeza de la OSE llevaba una vida envidiable. Que mucha gente se mostrara incrédula, y otros se enfadaran, cuando más adelante renunció a su cargo y disolvió la Orden, difícilmente puede sorprender.

La muerte de Nitya, en noviembre de 1925, debió asestar un duro golpe a la creencia de Krishnamurti en el propósito de la OSE, y en la sabiduría, el poder y la benevolencia de los Maestros. En aquel momento Krishnamurti se dirigía a la India junto con la señora Besant. Cuando la mañana del día 14 ella le dio la noticia de la muerte de Nitya en Ojai, quedó destrozado, y también su filosofía de la vida: la idea teosófica según la cual Nitya tenía que desempeñar una función vital en el ministerio del Maestro Mundial. El día anterior, cuando recibió un telegrama de Nitya en el que decía que su enfermedad había empeorado, Krishnamurti le había dicho a un amigo: «Si Nitya fuera a morir, no se me hubiera permitido abandonar Ojai.» Esta afirmación demostraba un grado de confianza y creencia en los Maestros que debió verse gravemente debilitado por la muerte de su hermano.

Un principio de la doctrina posterior de Krishnamurti es que debemos soportar nuestros dolores y sufrimientos, y no emplear el pensamiento y las ideas como medio para escapar de ellos o aliviarlos. Según su amigo Shiva Rao, que compartió el camarote con él durante la travesía, Krishnamurti soportó su dolor durante diez días, durante los cuales se mostró inconsolable, sollozante, gimeante y casi sin hablar con nadie, pero después parece que resurgió con una especie de reconciliación intelectual con la muerte de Nitya, porque escribió:

Los agradables sueños de lo físico que tuvimos mi hermano y yo han terminado... Un viejo sueño ha muerto y nace uno nuevo, como una flor que empuja en la dura tierra... En el plano físico se nos podía separar y ahora somos inseparables. Porque mi hermano y yo somos uno. Como Krishnamurti, ahora tengo más fervor, más fe, más simpatía y más amor porque también está en mí el cuerpo, el Ser, de Nityananda.

El propósito del viaje a la India era acudir a la convención de la Sociedad Teosófica, que tuvo lugar en Adyar del 24 al 27 de diciembre de 1925. El día siguiente, el 28, era el decimocuarto aniversario de la famosa «visitación» del Señor Maitreya al joven Krishnamurti, y ese mismo día sagrado se celebró un congreso de la OSE. En esta ocasión tuvo lugar un hecho aún más extraño que la «visitación». Krishnamurti dio una charla en la asamblea sobre el tema del Maestro Mundial y, de pronto, hacia el final, en medio de una frase, cambió el tono de su voz y empezó a hablar en primera persona. Dijo: «El no viene sólo a los que anhelan, los que desean, los que ansían», y luego continuó: «... y yo vengo para aquellos que quieren simpatía, felicidad, que ansían ser liberados, que ansían encontrar felicidad en todas las cosas. Vengo a reformar y no a derribar, no vengo a destruir sino a construir».

La señora Besant no tenía dudas sobre lo que significaba ese cambio drástico en el discurso de Krishnamurti. «Ha empezado el advenimiento», se dirigió al congreso, y a continuación comentó que el acontecimiento significaba «la aceptación final del cuerpo elegido mucho antes». El propio Krishnamurti parece que creyó la interpretación teosófica y, sin ningún sentido de orgullo personal, creyó que estaba sirviendo de vehículo para el Señor Maitreya. Dijo: «Yo, personalmente, me siento bastante diferente desde aquel día», y se comparó con un recipiente que hubiera sido purificado de tal manera que «cualquiera podría poner en él una hermosa flor y la flor viviría en el jarrón y nunca moriría». Estaba seguro, dijo, de que el Señor volvería pronto y de que sería un «acontecimiento más grandioso y mucho más hermoso incluso que la última vez».

La ocasión en la que todos esperaban otra manifestación del Señor por medio de su vehículo elegido era la siguiente convención de la OSE, que tuvo lugar en julio de 1926 en el castillo de Eerde, y a la que acudieron unas dos mil personas. Sus esperanzas no se vieron frustradas. De nuevo, hacia el final de su discurso, Krishnamurti prorrumpió en frases de resonancia bíblica pronunciadas en primera persona. En la versión publicada de sus charlas se presentan en verso libre:

Pertenezco a toda la gente, a todos los que realmente aman, [a todos los que sufren. Y si quieres andar, debes andar conmigo. Y si quieres comprender, debes mirar a través de mi mente. Y si quieres sentir, debes mirar a través de mi corazón. Y porque realmente amo, quiero que tú ames. Porque realmente siento, quiero que tú sientas. Porque todo me es querido, quiero que quieras a todas las [cosas]. Porque deseo proteger, tú debes proteger. Y ésta es la única vida digna de ser vivida, y la única felicidad digna de ser poseída.

La pregunta de si Krishnamurti fue literalmente inspirado para hacer semejantes declaraciones, y si las profirió de forma espontánea, como presumiblemente lo hizo si eran las palabras del Señor Maitreya, es una especie de rompecabezas, en especial porque están impresas en un volumen titulado Early Writings. Uno no puede por menos que preguntarse si no hubo, quizá en un nivel inconsciente, un elemento de interpretación de un papel e incluso de autoengaño en la forma en que Krishnamurti habló en ese momento, lo que explicaría la vehemencia de su reacción tres años más tarde. En 1929 rechazó a sus seguidores, pero en la charla de 1926 en Ommen dijo:

Quiero que todos bebáis en mi fuente, quiero que todos respiréis aquel aire perfumado, para que vosotros mismos os convirtáis en creadores, genios, que hacen feliz al mundo... por esta razón debéis despertar, debéis andar a mi lado y seguirme. Este era el tipo de cosas que los teósofos esperaban del Maestro Mundial, y por poca simpatía que sintamos por la mentalidad del seguidor ciego, el posterior rechazo de Krishnamurti de la respuesta que tan elocuentemente había provocado parece un poco duro.

En esa época también defendía principios a los que su doctrina posterior fue diametralmente opuesta. Por ejemplo, exhortaba a la gente a luchar, a ser ambiciosa en sus aspiraciones a la vida espiritual, a buscar el avance por medio de esfuerzos disciplinados de la mente y de la voluntad. Krishnamurti exhortaba a la gente en Ommen: «Utiliza la mente para que te conduzca a tu meta particular», y les dijo: «Es importante que entendáis con la mente.» Pero dos de los temas esenciales y recurrentes en su posterior doctrina son que las operaciones de la mente, del pensamiento, sólo sirven para confundir y oscurecer nuestra percepción de la realidad, y que perseguir deliberadamente la meta del avance espiritual es una empresa contraproducente, porque crea conflictos que consumen la energía necesaria para el mismo proceso de avance.

Que haya discrepancias y cambios en el pensamiento de un hombre en el curso de la vida no es algo de lo que sorprenderse, pero está bastante en contra de cualquier pretensión de estar al tanto de la verdad revelada o de hablar con la autoridad de un Maestro (aunque el propio Krishnamurti nunca tuvo semejantes pretensiones, estaban implícitas en el papel que le asignaban los teósofos). La mayoría de las manifestaciones de Krishnamurti durante los años 1926-27 se dirigía hacia lo místico y extático, y contrasta visiblemente con su posterior estilo lúcido, sobrio, sin disparates. Habló con frecuencia de experimentar la unión con «el amado»: una experiencia que significaba, como es obvio, mucho para él, aunque fue fastidiosamente poco explícito con sus seguidores sobre su significado. Les dijo:

De lo que os preocupáis, es de si existe el Maestro Mundial que se ha manifestado en el cuerpo de una cierta persona, Krishnamurti; pero en el mundo nadie se preocupará de esta cuestión. Así que conoceréis mi punto de vista cuando hablo de mi Amado. Es desafortunado que tenga que explicarlo, pero debo hacerlo. Deseo ser tan vago como sea posible, y espero haberlo hecho así. Mi Amado es el cielo despejado, la flor, todo ser humano... Hasta que pude decir con seguridad, sin entusiasmo indebido o exageración para así convencer a otros, que era uno con mi Amado.... hablé de vagas generalidades que todo el mundo quería.

Nunca dije que soy el Maestro Mundial; pero ahora que siento que soy uno con el Amado, lo digo no para impresionar mi autoridad en vosotros, no para convenceros de mi grandeza, ni de la grandeza del Maestro Mundial, ni siquiera de la belleza de la vida, de la simplicidad de la vida, sino simplemente para despertar en vuestros corazones y en vuestras mentes el deseo de buscar la Verdad.

Si era algo ambiguo con su público, no lo era así con sus asociados más íntimos. Escribió a la señora Besant: «Cada vez estoy más seguro de que soy el Maestro y mi mente y mi conciencia han cambiado.» Y a Leadbeater: Conozco mi destino y mi trabajo. Sé con seguridad y con conocimiento propio que me estoy mezclando con la conciencia del único Maestro y que El me llenará por completo. Siento y sé que mi copa está casi llena hasta el borde y que se derramará pronto; hasta entonces debo esperar con calma, y con gran paciencia... Anhelo hacer, y haré, feliz a todos.

Hacer feliz a todos de ninguna manera es un propósito indigno de un Maestro Mundial, pero es algo bastante diferente al propósito que Krishnamurti proclamaba dos años más tarde: «liberar al hombre». Estos años vieron la gran transición en la vida de Krishnamurti: de místico a emancipador; de amable maestro con elocuentes y extravagantes giros verbales al severo moralista y mordaz fustigador de todas las formas de escapismo humano, ociosidad, inautenticidad y autoengaño; de figura pública reverenciada por algunos y de la que se mofaban muchos porque se le proclamaba el Cristo encarnado de nuevo, a la figura muy privada, al hombre simple y solitario sin ningún apego o pretensión.

¿Qué produjo el cambio? En uno de sus pasajes autobiográficos más reveladores explicó:

Como todos los demás, Krishnamurti, en el pasado, buscó, obedeció y rindió adoración, pero a medida que pasó el tiempo, y llegó el sufrimiento, deseó descubrir la realidad que se oculta detrás del cuadro, detrás de la puesta de sol, detrás de la imagen, detrás de todas las filosofías, detrás de todas las religiones, todas las sectas, todas las organizaciones, y para descubrir y entender eso tuvo que agarrarse a un clavo de irrealidad, de mentira, hasta que poco a poco pudo pasar todos esos santuarios que limitan, que vinculan, todos los dioses que exigen culto. Al pasarlos todos pudo llegar donde se consuman todas las religiones, todos los afectos, donde termina todo culto, donde cesa todo deseo, donde el Yo separado es purificado al ser destruido. Porque he pasado por todas esas etapas puedo hablar con la autoridad de mi propia experiencia, con la autoridad de mi propio conocimiento, y deseo darte de ese conocimiento, de esa experiencia.

Al haber llegado «donde termina el culto» y haber aprendido a hablar con la autoridad de su propia experiencia y su propio conocimiento, Krishnamurti naturalmente se sintió en una posición falsa como figura a la que la gente rendía culto y a la que se dirigían solicitando guía y comprensión. Incluso la señora Besant se había declarado su discípula, y cuando estaba presente en sus charlas ya no se sentaba en el estrado a su lado, sino en el suelo a sus pies. En las charlas que Krishnamurti dirigió en 1927 y 1928 a las reuniones de la OSE y de la Sociedad Teosófica se mostró cada vez más impaciente con semejantes actitudes e irritado con la manera en que estaba atado y limitado por la imagen que la gente tenía de él.

«Porque habéis estado acostumbrados durante siglos a etiquetar, queréis que la vida sea etiquetada», dijo a los miembros de la OSE. «Deseáis que Krishnamurti sea etiquetado, y de forma precisa, de forma que podáis decir: ahora entendemos; y entonces pensáis que tendréis paz. Me temo que no va poder ser así.» Previo que si sus seguidores hacían las cosas a su manera se constituiría una nueva religión a su alrededor. Predijo:

Construiréis un templo, os dedicaréis a crear normas en vuestras mentes, porque el individuo, Krishnamurti, ha representado la Verdad para vosotros. Construiréis un templo, entonces empezaréis a celebrar ceremonias, a inventar frases, dogmas, sistemas de creencias, credos, y a crear filosofías. Construiréis grandes cimientos sobre mí, el individuo, os veréis atrapados en esa casa, ese templo, y necesitaréis otro Maestro que venga y os libere de ese templo, os saque de la estrechez para así liberaros. Algunas veces se volvió severo casi hasta el punto del insulto en sus esfuerzos para deshacerse de sus seguidores. En una asamblea dijo:

Qué felices seríais si decidiera por vosotros. Sois todos como niños pequeños que no pueden sostenerse de pie y andar por sí mismos. Os habéis estado preparando durante diecisiete años y os encontráis atrapados en vuestra propia creación. Y se preguntaba qué le importaba al mundo, en general, la doctrina de la teosofía y la cuestión de su propio papel e identidad a la que sus seguidores daban tanta importancia:

La gente del mundo no se interesa por si es una manifestación, una morada, una visitación al tabernáculo preparado durante muchos años o el propio Krishnamurti. Lo que van a decir es: sufro, tengo mis placeres pasajeros y mis penas mudables. ¿Tienes algo duradero para darme?

Krishnamurti creía que tenía algo duradero para dar. Tenía su propia experiencia y su propia comprensión de la vida; tenía, por encima de todo, el conocimiento con el que hacer al hombre libre; libre como lo era él «de todas las jaulas, todos los temores... religiones... sectas... teorías... filosofías», libre por el ejercicio de la perceptividad de lo único que merece la pena: la aprehensión de la Verdad. Por supuesto, no lo podía transmitir dentro de los límites del sistema de creencias de la teosofía y de la OSE. Tal y como lo veía ahora, la liberación de todos los sistemas de creencias era el requisito necesario para la verdadera libertad, así que el siguiente paso era la disolución formal del movimiento que había estado construyendo a su alrededor durante casi dos décadas. Era un paso que requería una resolución y un valor extraordinarios: valor para decepcionar a miles de personas, para negarles el consuelo y el alivio que habían encontrado en sus creencias, y para hacerles mirar de manera franca y sin distorsiones a lo que en su mayor parte estaban menos dispuestos o eran menos capaces de mirar honestamente: a sí mismos.

Krishnamurti disolvió formalmente la Orden de la Estrella en la convención de Ommen en 1919, el 3 de agosto, con un discurso a una asamblea de tres mil personas. Explicando las razones de su decisión, dijo:

Mantengo que la Verdad es una tierra sin senderos, y que no puedes acercarte a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ningún secreto... no se puede organizar la Verdad; y no se debería formar ninguna organización para dirigir u obligar a la gente por ningún sendero en particular... la Verdad no se puede bajar, sino que el individuo debe hacer el esfuerzo de ascender a ella.
Refiriéndose a su renuncia a su posición como cabeza de la Orden, continuó:

Esta acción no es admirable, porque no deseo seguidores, y lo digo en serio. En el momento en que sigues a alguien dejas de seguir la Verdad. No me preocupa si prestáis atención a lo que digo o no. Deseo hacer una cosa en el mundo y voy a hacerla con una concentración constante. Me preocupo sólo de una cosa esencial: liberar al hombre... Si sólo hay cinco personas que escuchen, que vivan, que dirijan sus rostros hacia la eternidad, será suficiente... porque soy libre, no estoy condicionado, soy completo, no soy la parte, no soy lo relativo, sino toda la Verdad, que es eterna; deseo que aquellos que buscan comprenderme, ser libres, no me sigan, no hagan de mí una jaula que se convertirá en una religión, una secta.

Exhortó a sus oyentes a mirarse a sí mismos, a considerar si había habido en ellos un cambio real y fundamental como consecuencia de ser miembros de la OSE y haber escuchado sus charlas a lo largo de los años. Les dijo:

Todos dependéis para vuestra espiritualidad de algún otro, para vuestra felicidad de algún otro, para vuestra iluminación de algún otro. Y cuando digo que miréis en vuestro interior buscando la iluminación, la gloria, la purificación y la incorruptibilidad del Yo, ninguno de vosotros desea hacerlo. Puede haber unos pocos, pero muy muy pocos. Por tanto, ¿por qué tener una organización?... Aquellos que realmente desean comprender, que buscan encontrar lo que es eterno, sin principio y sin fin, andarán juntos con mayor intensidad, serán un peligro para todo lo que no es esencial, para la irrealidad, las sombras... Y se concentrarán, se convertirán en la llama, porque comprenden. Ese es el cuerpo que debemos crear, y éste es mi propósito.

La señora Besant y los teósofos principales habían dicho con frecuencia que la doctrina del Maestro Mundial, cuando llegara a ellos, posiblemente sería bastante diferente a lo que hubieran preconcebido y esperado, y que la gente debería permanecer abierta a lo nuevo e inesperado, pero lo que Krishnamurti decía ahora era tan inesperado y tan incompatible con la doctrina y las profecías de la teosofía, que fueron incapaces de prestar atención a sus propias advertencias y avisos. La señora Besant nunca expresó públicamente el desengaño y la desilusión que sentía, pero Leadbeater expresó los sentimientos de muchos cuando formuló la absurda afirmación: «El Advenimiento se ha frustrado.»

<< Anterior                Inicio                Siguiente>>

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL NIÑO MARAVILLOSO

EL POETA DE LA PERCEPTIVIDAD

BIOGRAFIA DE KRISHNAMURTI